martes, 29 de diciembre de 2015

La comba



Salto a la comba
con la paranoia, 
y el amor, cargado con sus mil cruces,
con su barra libre de inseguridades
siempre acaba por hacerme tropezar
al acelerarse el ritmo
de tan trepidante juego
y ver en cada hasta mañana
un accidente mortal.

La canción, que se repite,
aportando esa melodía dulce 
que cosen las voces inocentes 
como en un juego de niños y parques
es ahora una taquicardia:
llámala ansiedad si quieres, mi vida.
Pero llámala y no la ignores.

¿Te he dicho que te quiero?
Te pregunto, ya sabiendo la respuesta, 
una vez que mi corazón vuelve al lugar
del que jamás debió salir
y todos sus silencios son el túnel
en el que se hacen eco
todas tus miradas cómplices
de tus guiños mudos.

No me des la espalda,
no me niegues tu mano, algo así como un verso,
que me suicidas
desde todos mis balcones que son abismos, 
que ahora se quedan huérfanos de luz
por abrirse siempre 
hacia un pasado mañana
de noches extintas, 
por estar todas las estrellas volcadas en tu pecho
vestido de astros y carne.

Salto a la comba
con los miedos
que todo amor otorga
desde todas las infancias
y ahora dependo 
de tu voz 
para dormirme, tranquilo,
y despertarme algún día
siendo el futuro que toda la humanidad
desea.